El corazón latía con una velocidad poco usual. El tiempo y las canciones se hacían mas largas, y una simple frase empezaría todo. No era el sitio más casual del planeta. Ni tampoco el menos conocido para los dos. El poder estar ahí significaba recordar viejos tiempos y darse cuenta que el tiempo pasa más rápido de lo que en verdad creemos.
Una visita inesperada, cambiaba su rostro, y la incomodidad parecía que naciera con tan solo poder decirle, con frases muy vacías y sin muchos ánimos, que se sentara. No pasó mucho tiempo para que se diera cuenta que no encajaba. Y se fue.
De la vida. Era algo que hacía ya bastante tiempo veníamos conversando, pero con el paso de los minutos terminamos hablando de todo lo que paresca interesante. La fludiez y la confianza no fueron la excepción esa tarde. Y el poder sentirse agusto y dejar que todo fluya, era cuestión de prestar un poco de atención y ver que en verdad era bastante buena la conversación.
Y con tantas cosas de qué hablar, el tiempo transcurría, y los minutos pasaban, como los momentos vividos lo hicieron alguna vez. Pero fue ahí, en ese preciso momento, en donde el hablar de lo que la circunstancia proponga, en donde pasó algo no agradable. La búsqueda comenzó inmediata y la verdad era muy difícil poder encontrar algo tan pequeño físicamente, pero tan grande en cuanto a sentido connotativo.
Un recorrido similar a la ida de ella, hizo que el humo de la nostalgia y la verdad fueran compañeros de aquella tarde. De aquellos dos. Y sin tener suerte alguna, áquella estrella verde nunca apareció.
Regresando al lugar. Una de ocho apareció, y aunque no pudo reemplazar a la anterior, trató de llenar un pequeño vació que las circunstancias de la vida habían hecho desaparecer. Pero el trayecto pasó, y la tarde se oscureció. Se convirtió en una especie de noche de aquellas veces.
La cercanía parecía ser normal, y el mirar bastante único y poco convensional. No era algo tan común en ese momento, pero sí en el lugar en donde comenzó todo. Pero no pasó nada. Aunque quién sabe si debía de pasar. Un hilo verde llenó la esperanza y dio un poco de alegría.
El camino tenía que terminar y la despedida fue inminente. No había más de que hablar. Mentira. Había, pero el tiempo es una especie de suicida fugaz, que se mata tan rápido que no somos capaces de percibir todo lo que sucede en ese instante.
Simplemente pasó. Pero el tiempo que duró fue más que suficiente. Tal vez se vuelva a dar. Tal vez no. Ojalá. Nadie sabe lo que pasa. Nadie sabe lo que llega a dar el mundo en un instante.
Una visita inesperada, cambiaba su rostro, y la incomodidad parecía que naciera con tan solo poder decirle, con frases muy vacías y sin muchos ánimos, que se sentara. No pasó mucho tiempo para que se diera cuenta que no encajaba. Y se fue.
De la vida. Era algo que hacía ya bastante tiempo veníamos conversando, pero con el paso de los minutos terminamos hablando de todo lo que paresca interesante. La fludiez y la confianza no fueron la excepción esa tarde. Y el poder sentirse agusto y dejar que todo fluya, era cuestión de prestar un poco de atención y ver que en verdad era bastante buena la conversación.
Y con tantas cosas de qué hablar, el tiempo transcurría, y los minutos pasaban, como los momentos vividos lo hicieron alguna vez. Pero fue ahí, en ese preciso momento, en donde el hablar de lo que la circunstancia proponga, en donde pasó algo no agradable. La búsqueda comenzó inmediata y la verdad era muy difícil poder encontrar algo tan pequeño físicamente, pero tan grande en cuanto a sentido connotativo.
Un recorrido similar a la ida de ella, hizo que el humo de la nostalgia y la verdad fueran compañeros de aquella tarde. De aquellos dos. Y sin tener suerte alguna, áquella estrella verde nunca apareció.
Regresando al lugar. Una de ocho apareció, y aunque no pudo reemplazar a la anterior, trató de llenar un pequeño vació que las circunstancias de la vida habían hecho desaparecer. Pero el trayecto pasó, y la tarde se oscureció. Se convirtió en una especie de noche de aquellas veces.
La cercanía parecía ser normal, y el mirar bastante único y poco convensional. No era algo tan común en ese momento, pero sí en el lugar en donde comenzó todo. Pero no pasó nada. Aunque quién sabe si debía de pasar. Un hilo verde llenó la esperanza y dio un poco de alegría.
El camino tenía que terminar y la despedida fue inminente. No había más de que hablar. Mentira. Había, pero el tiempo es una especie de suicida fugaz, que se mata tan rápido que no somos capaces de percibir todo lo que sucede en ese instante.
Simplemente pasó. Pero el tiempo que duró fue más que suficiente. Tal vez se vuelva a dar. Tal vez no. Ojalá. Nadie sabe lo que pasa. Nadie sabe lo que llega a dar el mundo en un instante.