Sigo buscando el bendito frasco. Abro un cajón y está lleno de otras cajas. Están son un poco más peculiares: Blancas, rojas, doradas, negras. Ah sí, son mis cajetillas. Probablemente hay más de 40. No las pienso contar, necesito encontrar el frasco. Pero, me acuerdo cuando el humo nublaba todas las noches de invierno, solitarias, pero reconfortantes de cierta forma. Cada vez que siento ese olor a alquitrán, mi cuerpo se estremece. No podría recordar todos esos momentos en un sólo día. En fin, sigamos buscando .
Mi cadena, mi escapulario, entradas, cartas. Me había olvidado que tenía esta caja. No está llena de miedos, al contrario, está totalmente llena de esperanza. Me impulsa a seguir sonriendo todos los días. Me acuerdo de todas las personas que me han escrito y han dejado una huella prudente. Igual, no sé mucho de nadie. El tiempo no discrimina y sigue matándome. Extraño a muchas. Todos tomamos caminos distintos, pero aún así tengo la certeza de que se cruzarán en su debido momento.
Creo que,
¡lo encontré!
No me acordaba que eran tan pequeño. Veamos que hay dentro: no puedo ver nada. Me ha cegado completamente. Se concentró en mi corazón y simplemente vuelvo a sonreír. Nada cambió. Todo sigue igual. No comprendo, ¿y mis sueños?