Siempre me han gustado los números pares, excepto por el 23, porque generan una sensación de orden, de estabilidad, de seguridad y de armonía entre todo lo que sucede. Pero ahora que me pongo a pensar en las posibilidades que se presentan, me he dado cuenta que pueden ser un problema. O tal vez una especie de desafío y de discernimiento claro y subjetivo, porque la objetividad no debe tener el papel principal en cuestiones del corazón. Es tan simple como poder elegir una fresa o una naranja. La primera es totalmente roja, dulce mas no empalagosa, precisa para los postres y esas cuestiones así todas cursis; pero, la naranja es precisa por la mañana, cítrica como es y energética, media agria porque no muestra todo de sí. Ahora no parece tan fácil elegir, pero es que siempre entran en juego las cuatro letras, y en este juego entran dos veces. Cuestión de pensar con la cabeza fría, pero al mismo tiempo con el corazón en la mano y el nudo en la garganta, con la ilusión puesta en los ojos y en la mente. Sentir la sensación de que todo está bien, y siempre está aquella persona que entiende, comprende y sobre todo escucha todo lo que tienes por decir. Tener a quien abrazar en este invierno eterno y a quien sonreír sólo porque sí. Como diría Delgadillo: "Hasta el vivir con la confianza en la que me amaba".