El camino se hace eterno, y las ideas van teniendo repercusión en la geometría de la vida diurna. Esa geometría que es capaz de definir la símetría y la exactitud de la mis razonamientos, mas no de los sentimientos impuestos. Sin embargo, tratas de poder abrir los ojos al igual que el corazón y no queda rastro de alguna respuesta exacta para aquellos senimientos impuestos. Sólo queda la razón desatinada y el conjunto de emociones a priori. El camino sigue estrecho y parece no tener fin, pero en mi mente empiezo a dibujar la realidad de los hechos, de mis hechos.
Parece mentira, pero en la ventana veo reflejada toda una vida llena de despedidas. La música empieza a difundir entre las neuronas, los recuerdos de lo vivido y sobre todo las personas que fueron partícipes principales, por no decir protagonistas, de ¿mi vida? Sí, es cierto que es un ciclo, pero un ciclo debe tener un final que pueda ser aceptado por la ignorancia de mi razón. Ciclo circular parte de la mierda, aquella que en tantas veladas nocturnas se encargó sólo de inundar en un agujero negro. Como esos de los que se hablan en Cosmología, y de los que uno no puede salir, el tiempo se detiene y deja de existir. La rutina vuelve a dominar la independiente quimera del sueño dormido. Ciclo rutinario encargado de elminar por completo los lazos creados con tanta determinación.
El camino sigue y parece finalizar. Recuerdos se han apoderado de la razón y la constante batalla entre razón y sentir, va llegando al mismo tiempo, a su fin. Empiezo a abrir los ojos y entender cómo la vida va acelerando y cómo se va llenando. Al igual que en la rotonda, mi situación parece ser la de en un momento estar lleno de tanta gente conocida y por conocer, y luego de cinco minutos sólo el humo del cigarro y una buena conversación solitaria entre dos personas se encargan de suprimir todo lo demás. Se llama soledad, y no hablo de Sevilla, sino del sentimiento de estancamiento en el cual una persona no se encuentra mas que consigo misma y su conciencia. Sería fácil decir que es lo mejor y probablemente lo más reflexivo, y lo es de vez en cuando, pero la quimera no es nuestra mejor herramienta para la realidad. No lo es, y no espero que lo sea. Puedes estar con tantas personas en un lugar, que sin darte cuenta te olvidaste de la más importante: tú mismo. Y es cierto que sucede, porque negarlo es taparse los ojos con unos lentes sin lunas. Esa sensación de extraña compañía no parece ser la mejor solución a la situación y mucho menos a la batalla constante y poca interesada de la razón y el sentir.
Miles de noticias, rumores y fantasías van llegando a mis oídos y a los tuyos, a los nuestros. Empiezan por el oído y van acercándose cada vez más al órgano rojo, ese pequeño pero importante parte de la sangre. Se encargó de matar una ilusión creciente y de cerrar cada agujero de esperanza existente. La vida sigue y el positivismo extremo se encargará de llevarla a su máxima expresión.
Volteas y ves su rostro. La inspiración me cortó y no puedo dejar de pensar en las mil y una soluciones ofrecidas para ponerle fin. La culpa me agobia y la tristeza empieza a dominar a los demas sentimientos. No es justo; la vida tampoco. Extrañaré verte sonreír cada vez que escuches palabras españolas y velocidades increíbles de una gaviota. Son miles las cosas que han pasado por mi mente con tan sólo pensar en cómo te sientes. Pero tus gestos se encargan de decir no más y de explicar que la vida es hoy.
Son pocos, pero son. Y los escritos ya no bastan para demostrar la importancia de la amistad. Las acciones opacan las sonrisas espontáneas de mi cara y no dejan de cuestionarse la actualidad, la verdadera realidad de la situación. Incomodidad y pena priman en su conversar. Escucha lo que digo, porque lo digo con el corazón. Quiero que se queden acá conmigo siempre, para así ser libres y no tener miedo de seguir. Son parte esencial porque así lo quise yo, y lo sigo queriendo aunque ya no estén. Vuelvan pronto que mis brazos se van cayendo por el cansancio de estar esperando abiertos tanto tiempo.
No ha llegado el final del viaje. Sigo caminando y andando, con la trova de un lado y el cigarro de otro. Necesito de sus abrazos y de sus carcajadas. De los buenos momentos y de las malas pasadas. De tú increíble capacidad de sobrevivir y seguir adelante, y reír para estremecerme el corazón y sonreír por ti. Para que vuelvas a ver, y también con el corazón y nuestras conversaciones no sean interrumpidas por una simple mala señal. De tus incondicionales abrazos, lágrimas y gestos que jamás podrán estar fuera de mi interior. De el congelamiento extremo en la playa e infantiles sucesos. Del hincha que nunca se cansó de decir: "vamos", y que lo da todo por sus amigos, sus hermanos. De aquel conocido convertido en amigo elocuente y misterioso. De la vida por delante y de todo lo que nos toca vivir. No me desamparen, ni de noche ni de día. No sean la dulce compañía, sino la precisa y la incondicional.
"Amame cuando menos lo merezca, porque será cuando mas lo necesite"