Después de mucho tiempo, tuve la misma sensación que tenía todas las semanas. El revoltijo de emociones que te hacen pensar y a mi, caminar más de lo normal escuchando una buena canción y con la mirada perdida entre tanta gente extraña y conocida. Puede ser que haya pensado mucho en todo, y al mismo tiempo siento, que no he pensado en nada y en nadie. Nadie podría sonar muy extremo, pero es real. Siento que a veces la soledad invade las penumbras de los pensamiento más recónditos de mi cabeza y hace derramar la lágrima exacta y precisa. Aunque no pase siempre lo mismo, porque cada día es distinto y no siempre será igual. Hoy fue un día muy extraño, pero de una forma buena y provechosa. Caminando y conociendo. Locuras y Sequedad por doquier. Fue intenso, como el campus, pero así es la vida. Problablemente no debí haber ido al sitio sabatino, pero tenía què. Fue justo. Volvieron a mí los pensamiento ayacuchanos, y al mismo tiempo la motivación de poder estar ahí. Pero no es. No toca. La vida sigue y seguirá. Y aún así, cuando quiera hablar con ella. Con alguien. Y no conteste. No desesperaré, aunque si me decepcionaré. Me entristeció una simple despedida dos veces en un día, pero siempre será así. Nada es perfecto. Y todo lo es. Además, las cosas pasan por algo y lo sé. Siempre lo he sabido. Me toca estar acá. Me toca sonreír. Y sólo quiero saber, que pude arrancarles una sonrisa, porque a mí me faltan. Y muchas. Hoy, al final, no terminó como esperaba. Sonreír costaba y poder caminar no cansaba. Fue ver el ocaso perfecto y al mismo tiempo sentir que todo el mundo se paraliza, y que sólo yo sigo caminando y muriendo en vida. Pasa y seguirá pasando. Todo tiene solución al final. Siempre. Y sino, sonriéme.