El estómago lleno de más y los ojos mirando al vacío. Una pregunta lo cambia todo.
¿Estás bien? Responde todo lo que ha pasado y aún así no consigue discernir si en realidad lo está.
Todo ha sido demasiado rápido, hace una semana que todas las noticias parecían parte de una radionovela. De aquellas que sólo escuchas, pero no ves. Y tu imaginación va a mil por diez. Es horrible esa sensación que le corta el aire en la garganta y va colocando un nudo enorme dentro de él. La tristeza empieza a llenar la vena como si fuese glucosa un miércoles de madrugada. Entra con fuerza y sólo busca una cosa: llegar al corazón.
Sólo la extraña. No puede dejar de pensar en ella. La tiene en mente y sólo quiere abrazarla. Ve fotos y se acuerda de todos los momentos que crearon. Recuerda sus caricias, sus labios. El olor inconfundible de su llegada y su risa natural. Llegan a la mente todas sus palabras y sus regalos, sus buenas acciones. Empiezan a aparecer en la mente todas las posibilidades que pudieron haberse dado si hubiese tenido coraje. Tal vez no era eso, tal vez era sólo la necesidad de sentir su falta. De ver que acontecería si ella no estuviese, y ya lo comprobó.
Ella es.
Es la glucosa que va entrando por la vena y curando todas las penas. Va dejando una sensación de tranquilidad y conforte. ¡Espera ahí! Empieza a escuchar una canción que no es parte de aquella historia, pero que será tan brillante como el sol y gritará al mundo que tiene su amor. Es parte todo de un proceso, de un paso a paso.
Es.
Es la sonrisa que hace falta, la pieza del rompecabezas inconcluso.