Las sombras van acercándose sigilosamente, despreocupadas y con sed de generar sufrimiento. El silencio pretende ser meramente inocuo y no lo logra. Aún no lo ha logrado. Es mas, no quiero que tenga alguna importancia. No quiero que ese silencio incómodo y esperanzado se acostumbre a llegar todas las noches. El ruido de los latidos de mi corazón se asemejan a tambores africanos que no tienen ninguna explicación, ni mucho menos un ritmo. Todo se va tornando grisáceo, se va acercando.
Está llegando.
Cierra los ojos, pero ten los oídos bien abiertos.
Llegó. Esta vez se transformó en una simple pregunta: ¿Cuáles son tus temores? La verdad, son pocas las veces en que me había puesto a pensar en mis miedos. Reflexionar sobre algo significa aceptar su rol dentro de tu vida o la de alguien importante. Es inaceptable moralmente alejarnos de nuestros temores. Es correr lejos y no querer afrontarlos. Sin embargo, ya llegó. Y mis palabras empiezan a configurarse como vaho madrugador. No cumplen tus expectativas, casi nunca lo hacen. Aprende a escuchar, no te quedes en el oír.
Explotó.
Empieza a carcomer tus retinas como si la lluvia fuese un danzante de tijeras y hendiese todo el aire a su alrededor. Tal es la pasión y la locura con que la hace, que el pesar se hace menos liviano. Siento ira por mis venas; mi sangre se coagula de la impotencia. Mis pupilas se dilatan y abren un arco enardecido por la tristeza que sufres. Deja de llorar que me estoy deshidratando.
Sickness.
Es la raíz de todo el karma que llevamos, lo llevamos juntos. Estamos cargando esta cruz juntos, porque no tengo ganas de abandonarte y te mereces que esté a tu lado. Me necesitas, aún así no lo aceptes. Sigo acá. Todo alfa tiene un omega, que se demore no quiere decir que no exista. Mis piernas se van quebrando, pero mi corazón se va enalteciendo. Agárrame de la mano, madre, que todo va a salir bien.